En 1235, conducidos por Fernando III el Santo, los cristianos toman la ciudad de Córdoba, gobernada por diversos estamentos musulmanes desde el 711. Como es conocido, en el territorio de Al-Ándalus, los musulmanes respetaron a la población cristiana y judía, por pertenecer ambas a una de las religiones de Abraham, que los dotaba de un estatus determinado, y podían conservar sus ritos y mantener sus jueces.
Con la llegada de los cristianos al poder, esta situación de convivencia tampoco cambia; gobiernan sobre una mayoría musulmana que, por mucho tiempo, mantendrán además de su religión, sus costumbres y oficios. Los mudéjares, término que proviene de la palabra árabe “mudayyan”, aquél a quien se le ha permitido quedarse, desarrollarán un arte singular único de la España medieval.
Respecto a la población judía, viven principalmente en el barrio de la Judería – delimitado entre las puertas de la Judería y la Puerta de Malburguete - pero éste no es en absoluto un ghetto: pueden entrar y salir libremente y hay familias judías que viven en otras zonas de la ciudad, cada vez más de hecho, acercándose a las zonas de mayor actividad comercial (calle San Fernando, y zona de la Plaza de la Corredera).
En la segunda mitad del siglo XIV, la población en España sufre importantes mortandades debidas no sólo a las malas cosechas y epidemias, sino también a las luchas civiles entre distintos linajes castellanos. Todas esas tensiones se combinan en una coyuntura histórica compleja: en 1390 mueren el rey de Castilla, Juan I, y el arzobispo de Sevilla, el cardenal Barroso. En 1391, sin un poder fuerte en el trono - gobierna el niño rey Enrique III – y con la sede arzobispal vacía, el Arcediano de Écija, Ferrand Martínez, promueve las revueltas contra los judíos, que, comenzando con el asalto de la judería en Sevilla, se expande rápidamente a ciudades como Carmona, Córdoba y Toledo. Se pone así fin a un largo periodo de tolerancia y convivencia.
En Córdoba, tras el asalto a su judería, los judíos son expulsados – muchos van a Granada – u obligados a convertirse al cristianismo. La Judería se incorpora como un nuevo barrio cristiano a la ciudad: la collación de San Bartolomé, último de los barrios cristianos en que es dividida la ciudad, y se inicia la construcción de esta iglesia como templo parroquial, una iglesia pequeña y modesta, para un barrio que había quedado prácticamente desierto y sin peso económico en la ciudad.
Tras la expulsión de los judíos del barrio de la Judería en 1391, este barrio se convierte en la collación –barrio cristiano– de San Bartolomé, al que es necesario dotar de parroquia.
Debido al despoblamiento de la collación, se prevé la construcción de un templo modesto, de pequeñas dimensiones, que baste para simbolizar la nueva dirección espiritual de sus pobladores. Se inicia así, a finales del siglo XIV, la construcción de esta iglesia, que plausiblemente no se llegó a terminar.
La iglesia presenta una nave central, convertida ahora en patio y presidida por una imponente palmera, y dos naves laterales, una de ellas a modo de pórtico de entrada a la Capilla Mudéjar y la otra, que no se llegó a construir, como deja entrever el arranque del arco en el ángulo superior izquierdo del patio.
Es un templo modesto, no sólo por sus dimensiones, sino también por los materiales con los que se construye: materiales de acarreo, es decir, restos de columnas, capiteles o basas reutilizados de otras construcciones, pero que hoy en día le añaden un indudable valor histórico.
La nave lateral, galería de acceso a la Capilla, consiste en tres arcos de ladrillo apuntado peraltado, usual sobre todo a partir de fines del s.XIV y s.XV en varios conventos cordobeses de impronta mudéjar.
La iglesia, que nunca llega a terminarse, se convierte así en un espacio arquitectónico singular de antesala a la Capilla Mudéjar. Su funcionamiento formando parte del antiguo Hospital del Cardenal Salazar, fundado en el 1074 como Hospital de Agudos en la actual Facultad de Filosofía y Letras, supone la alteración de sus cotas originales, a fin de darle continuidad desde el Hospital, como se aprecia en la litografía de F.J.Parcerisa recogida en el libro Recuerdos y bellezas de España. Córdoba (Madrazo, P. Madrid 1855).
La rehabilitación del monumento en 1953, realizada con la dirección del arquitecto Rafael de la Hoz Arderius, recupera las cotas originales y dota al cepellón de la palmera que preside el patio, que queda descubierto, de un trenzado realizado con el típico chino cordobés, obra del artista y pintor cordobés Pascual Lara. Este artista, junto al también pintor Miguel del Moral, realizaron la restauración de la policromía de la capilla (portada y yeserías).
Se completa en esa fecha además el retablo barroco de la capilla mayor, cuyas imágenes originales se habían perdido. Las imágenes actuales, de diversa procedencia, son un Crucificado, la Virgen y San Juan (¿). A ellas se suma, en una hornacina en el lateral del altar mayor, una escultura de Virgen con niño.
Otro elemento particular de la iglesia es el túnel – no visitable – que, desde el patio principal de la Facultad y se dirige hacia la muralla de la calle Cairuán, límite de la Judería. Como hipótesis se podría plantear que se tratara de almacenes para grano u otros productos o quizás salidas ocultas en casos de peligro para la población judía.
Esta capilla constituye una representación ejemplar de la altura que alcanzó el arte mudéjar en la ciudad de Córdoba, junto con la Sinagoga y la Capilla Real en la Mezquita-Catedral.
DATACIÓN DE LA CAPILLA.
Ha habido distintas hipótesis respecto a la fecha de construcción de la capilla. Si bien el carácter arcaizante de su arquitectura podría sugerir una construcción de principios o mediados del siglo XIV, parecería poco probable que se pudiera erigir una capilla funeraria católica en plena Judería en fecha anterior a la expulsión de los judíos en 1391, y la constitución de la collación, que comienza a estar reflejada en 1402. Se podría datar la capilla por tanto en la primera mitad del siglo XV.
Es una capilla funeraria, construida bajo la advocación de Santiago, como demuestra la existencia de una concha en relieve en el modillón de rollos que hay justo encima de la clave del arco de entrada a la capilla. El grosor de sus muros y su lujosa decoración evidencian una construcción bien costeada, fundada por algún miembro de la nobleza para enterramiento. Así, en un documento de 1475 se hace alusión a la capilla de Santiago, en la iglesia de San Bartolomé, donde estaba enterrado don Gómez Fernández, tal vez el propio promotor de la edificación.
El acceso a la cripta, no accesible por el momento, se efectúa por la lápida gris que se halla en el pasillo de comunicación con la capilla mayor de la iglesia. En siglos posteriores pasó a ser enterramiento de capellanes de la Catedral, como atestigua la documentación y la lápida blanca situada en la entrada a la capilla.
LA ARQUITECTURA DE LA CAPILLA.
Como se explicó en el Contexto Histórico, cuando los cristianos toman Al-Andalus, gobiernan sobre una población mayoritariamente musulmana, que mantendrá sus costumbres y cultura durante mucho tiempo. Etimológicamente, mudéjar procede de “mudayyan” (aquél a quien se le ha permitido quedarse), es decir, el musulmán que permanece en su tierra tras la llegada de los cristianos, conservando su religión, lengua y costumbres. De ahí surge el arte mudéjar, un estilo arquitectónico propio de la tradición musulmana que se desarrolla en época cristiana y que será muy del gusto de los reyes y de los principales linajes de la nobleza local, a los que les recuerda, en cierto modo, el estilo de vida de los sultanesnazaritas.
Mudéjar es la llamada “carpintería de lo blanco”, o artesonado, que consiste en cubrir el edificio con cubiertas de madera en vez de hacer bóvedas de piedra, como en el pórtico de entrada a la capilla y en algunas de las iglesias fernandinas, la mampostería o muros y relieves de ladrillo – la piedra es costosa – y la decoración con motivos no figurativos. Los musulmanes no pueden emplear la representación de las figuras humanas, ya que se podría tratar de un rasgo politeísta (la adoración a una figura humana) opuesta al monoteísmo de su religión.
La capilla es una construcción de 9 metros de longitud por 5 metros de anchura, cerrada por gruesos muros de sillares dispuestos a soga y tres tizones – aparejo empleado en Córdoba desde época califal -, muchos de ellos con marcas de cantero. En ella se aprecia perfectamente la arquitectura gótica de los maestros canteros cristianos y la decoración mudéjar de los alarifes (obreros) y artesanos mudéjares.
La influencia del gótico burgalés hace acto de presencia en las dos bóvedas de crucería gótica con espinazo -decorado con zigzag-, y guarnición de cuatro pequeñas bovedillas de crucería en los ángulos –ya empleadas en el Monasterio de las Huelgas de Burgos-. El espinazo tuvo amplia repercusión en Córdoba durante el s. XIV (San Miguel, San Lorenzo, San Hipólito y San Agustín) e incluso en el último tercio del XV (Santa Marta). Las claves de estas bóvedas lucen ornato vegetal, salvo la central en la que se talló la rueda de los vientos.
La huella mudéjar se hace visible principalmente en las portadas y en las yeserías.
El acceso principal a la capilla se realiza por una doble portada mudéjar que hacia el exterior sigue un modelo gótico primitivo, con algunos elementos de tradición hispano-musulmana como la decoración en zigzag del arco o su enmarcado mediante un alfiz o marco rectangular que en este caso se conforma mediante las columnillas apeadas por ménsulas y el tejaroz superior sobre modillones de rollo. Esta solución se podría enmarcar en lo que se conoce como "mudéjar en piedra".
En las albanegas lucen dos escudos con el campo liso, en alusión a la importancia del personaje sepultado en la capilla. Puede que no se llegaran a labrar las piezas o figuras que los blasonaban, o que con posterioridad fueran raspados, si cambió de propietario.
Hacia el interior, la portada se transforma en un arco angrelado y apuntado con alfiz, que hoy sólo conserva yeserías en los arranques y en las albanegas. Una cinta, con motivo que recuerda al contario, bordea el alfiz y se repite en el extradós del arco, en cuya clave hace un nudo. Según Santos Gener, son motivos típicamente granadinos del s. XV.
LA DECORACIÓN INTERIOR.
Se distinguen tres estilos distintos: el de los paramentos, el de la portada principal – ya descrita -y el de los arranques de la puerta pequeña junto al altar. En los primeros aparecen motivos epigráficos, heráldicos, ataurique y lacería.
Los motivos epigráficos o escritura. Recurso muy empleado en la decoración árabe. Se alternan inscripciones en caracteres africanos o nasjí y otras de caracteres cúficos, que se desarrollan sobre un fondo de ataurique (motivos vegetales) con incisiones.
En la primera faja o inferior, en la tercera y en la que corre por encima del andén de merlones se repite la frase "la prosperidad continuada", en caracteres cúficos; en tanto que en la segunda y la cuarta, en caracteres africanos, se lee: "la eternidad para Allah. La gloria para Allah". Estas alabanzas fueron muy frecuentes en el mudéjar y se pueden contemplar repetidas en numerosos ejemplos dentro de la ciudad y fuera de ella, si bien van perdiendo su inteligibilidad, es decir dejan de formar palabras o frases completas, ya que la población paulatinamente va empleando el castellano antiguo y perdiendo la lengua árabe. Aquí, es sorprendente que, casi doscientos años después de la conquista cristiana, se construya un templo católico con invocaciones a Allah perfectamente legibles
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La decoración heráldica, o empleo de los escudos de armas de los distintos linajes o ciudades. Se emplea el escudo de la Banda, instituida por Alfonso XI y utilizada por él y sus descendientes para premiar la lealtad de los nobles. Este escudo de la Banda se alterna con la lacería, originada por una estrella de ocho puntas de manera que se alternan repetitivamente las ruedas en cuyo centro hay una flor en relieve y aquéllas que albergan el escudo de la Banda sobre un fondo de ataurique o motivo vegetal. Se cubren así las paredes con un sistema decorativo geométrico, en el que el citado escudo ha sido utilizado con carácter marcadamente recurrente, provocando en el espectador esa perseguida sensación de infinitud del mundo islámico.
Santos Gener estableció relaciones entre estas yeserías y las toledanas del s. XIII; sobre todo, con el friso alto de Santa María la Blanca.
Como en los arrimaderos de la Alhambra, los Reales Alcázares de Sevilla o la cercana Capilla Real en la Mezquita-Catedral de Córdoba, la capilla de la antigua iglesia de San Bartolomé fue revestida por un vistoso zócalo de alicatado, técnica muy costosa, que se ha conservado mejor en los muros sur y oeste. Un andén de merlones, en ocasiones blanco sobre fondo negro (muro N) y en otras con estos colores invertidos (muros S y O), enmarca el zócalo. No hay relación entre estos alicatados y los de la Capilla Real y algunos frentes de altar en la Mezquita-Catedral, donde las piezas son más pequeñas y uniformes en el color.
Con motivo de la restauración, el altar fue decorado con un fondo estrellado y policromado, imitando el de la Capilla Real de la Mezquita-Catedral. También la portada y las yeserías fueron asimismo restauradas a partir de la conservación de algunos vestigios de la primitiva policromía.
La solería mudéjar es una de las pocas originales de época bajomedieval que se conservan en Córdoba. Se compone de ladrillos vidriados – algunos con leones rampantes, y olambrillas. Unos azulejos de ascendencia nazarí, fechados en el XV fueron descubiertos en la contrahuella del escalón del altar y se trasladaron al Museo Arqueológico. Representan interesantes escenas que han sido interpretados como alegorías de los sentidos.
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